martes, 24 de junio de 2014

Cárcel.

Llámame carcelera,
pues es ahora a lo que me dedico.
Encadeno sentimientos dentro de cárceles de páginas en blanco,
entre barrotes con forma de letras que se unen para expresar algo,
para que no salgan a romperse.
Es un instinto de sobreprotección que se adquiere con los daños...
Sé que es un esfuerzo en vano,
pues la propia naturaleza provoca huracanes que destrozan cárceles más fuertes que esa, pero he de hacerlo.
Al menos una temporada.
Debo dejar que se congele,
para que los latidos dejen de doler tanto,
y se callen junto con las voces de mi conciencia.
Y sé que no es humano,
pues la propia naturaleza rompe cualquier cadena para volver a sentir cosas tan fuertes como esa,
pero he de intentarlo.

No intentes hacer que un cubito se derrita a golpe de martillo, solo conseguirás trozos de hielo derritiéndose poco a poco por separado, y una confianza destrozada.