Dejé mis sueños en una maleta
y una hucha,
para seguir caminando
aun sin estar completa,
y sin abandonar mi lucha.
Ya sé por dónde ando,
veo el camino,
no puedo mirarte a ti,
ni siento que me estés fallando...
pero mejor ni opino.
La caída que sentí
solo fue vértigo,
no estaba en lo alto,
no tan alto como creí,
ni tan lejos del incendio.
Debí dar el salto
una vez que asumí,
que no podía hacer más,
que tú estabas falto,
de todo menos de mí.
No miraste atrás,
creyendo que yo tampoco,
ya no toca esperar,
ni preguntar cuándo vendrás,
y esta vez no me equivoco.
Es el turno de la espiral,
hasta que se dé por vencida;
solo me queda un conjuro
que no sé pronunciar
por culpa de otra herida.
Y ya no existe nuestro futuro,
ya no hay grises,
ni color,
solo nos quedó
el tú y el yo...