Ya muy lejos de terminar el viaje
de lo que siempre han sido mis desastres,
me quedo indiferente ante el paisaje.
Continúo buceando hacia ninguna parte,
y solo salgo a la superficie a respirar,
y de paso miro si estoy en el mar
o en un charco;
para saber si me estoy ahogando
por no poner un pie en el suelo,
o si estoy flotando
en medio del océano.
Que estaba entre nubes es evidente,
sin saber si bajaba o subía,
que sigo con sed
aunque renuncié a beber,
que sigo fría
pero no en la mente,
que quiero ver
y me quedo mirando,
que, harta de tropezarme constantemente,
solo quiero servir de algo.
Encuentran su alivio después de la lección
que al chocar les otorgaron las musas,
y siguen navegando hacia la perdición;
el naufragio no es tan malo si lo buscas.
Que parece que al hablar suenen cantos de sirena,
y una vez que arrancan dentro ya nadie les frena,
o me esquivan,
hasta que la prisión de mi roca les cautiva
y solo ven un espejismo,
donde se cultiva
el principio de un abismo.
Que no estás es evidente,
igual que si vuelves seguiré perdida,
que mejor no veas la desgana
de esa herida que no sana.
A pesar de que a la vida,
le ponga cara de valiente
no sé coger las bridas,
no sé entender los mapas,
solo ando hacia la playa,
a ver si en las orillas
te encuentro a ti de frente...
Y pierdo en esperanza.