domingo, 21 de septiembre de 2014

Mar.

He estado evitando la playa.
He convivido con mi maldita soledad.
He reforzado las entradas al castillo.
He aprendido a odiar la parte que me odia.
Me he estado acostumbrando al frío.

Me prometí a mí misma no tirarme a más piscinas,
no dije nada del mar.
Y puede que ahí esté el fallo:
soy mujer de palabra, las mido y las analizo.
Si quiero ver grietas en el hielo, me las inventaré. Es inevitable.

Aprendí a nadar mientras me ahogaba, y sé nadar ya, pero me da miedo el agua.
Y mucho más lo que puede llevar dentro.
Huir y huir de los demonios reyes del miedo. Que al parecer bucean.
Y se conocen las profundidades marinas mejor que nadie.


He estado evitando la playa,
andando y andando en dirección contraria,
sin pararme a pensar en que el mundo es redondo.

He convivido con mi maldita soledad,
me ha estado hablando y me ha convencido de lo bien que se está con ella,
pero también de lo necesario que es tenerla al lado.

He reforzado las entradas al castillo,
sin caer en la cuenta de que siguen siendo entradas.

He aprendido a odiar la parte que me odia,
odiando a todo aquel que quería y no me quiso.

Me he estado acostumbrando al frío,
hasta que me he dado cuenta de lo confortable que era el calor del mar...

Y de lo absurdo que era huir de él cuando lo llevo incrustado en mi nombre.

martes, 2 de septiembre de 2014

Abriendo el telón.

No quiero tener miedo, pero me hirieron.
No debo confiar, pero me sigo dejando llevar.
No quiero ver, pero no puedo parar de mirar.
Me dejaron moribunda, pero sigo viviendo.

No me gusta descubrirme, pero ya me vieron.
No está vacía la piscina, pero no me voy a tirar.
No voy a creer en películas, pero me gusta soñar.
Me rompieron el corazón, pero sigue latiendo.

¿Pero cómo quieres que te enseñe la noche si dices que le tienes miedo a la oscuridad?